Yo la veía así por esa negación a acercarme, por ese miedo de siempre. Era la imposibilidad de romper esa distancia la que la mantenía en ese lugar impune y trasparente. Marina me había sugerido eso, y de paso me contaba algunas otras cosas de ella para animarme, pero sonaba irreal. Porque todo lo que decía cuando la describía era como si una foto se largara a hablar. Esa foto que yo tenía adentro de la carpeta y que sacaba mil veces por mañana, entre fórmula y fórmula, entre logaritmos y cálculos. Después llegaba el tiempo largo que significaba tres meses de vacaciones en Buenos Aires. Yo la llevaba por ahí, camino a Luján a las cuatro de la mañana, mientras puntual Ariel Delgado de radio Colonia contaba las noticias porteñas de asesinatos y emboscadas. Era la voz de una conciencia oscura, una presencia invisible que yo imaginaba bajo una tenue luz de lámpara que hablaba como una aparición frente al micrófono. Los años duros. Mi tío había operado a varios guerriller...
Escritos y desvaríos. Pasen y lean, después me cuentan.